Cuando hablamos de decorar, solemos pensar en elegir muebles cómodos, tejidos bonitos y colores de nuestro estilo. Lamentablemente, las paredes se suelen dejar para el final, como si fuera un extra. Sin embargo, lo cierto es que son una parte esencial de la casa y ofrecen una amplia superficie para aprovechar.
Un buen punto de partida es observar el salón, el comedor o el dormitorio tal y como están ahora. Fíjate en qué pared ves primero cuando entras, cuál queda detrás del sofá, qué pasa en el tramo de pasillo que cruzas varias veces al día. No todas necesitan lo mismo: algunas quedarían genial con un cuadro enorme y otras requieren una pieza ligera y delicada.
Verás que hay paredes más pesadas visualmente que otras, sobre todo si tienen cerca algún mueble voluminoso. Otras, en cambio, cuentan con mucho espacio libre que pide a gritos un toque decorativo.
Antes de comprar los cuadros que van a decorar las paredes de tu hogar, debes saber qué estilo es tu favorito y cuáles colores van a predominar. Hay quien prefiere fotografías en blanco y negro, quien se siente más cómodo con ilustración contemporánea, quien disfruta de carteles vintage o de piezas textiles.
Lo cierto es que no existe una fórmula universal. Eso sí, puedes preguntarte: ¿me veo conviviendo con esa imagen todos los días durante un año? Si la respuesta es “solo me gusta para hoy”, quizás no es la mejor opción.
Otra buena estrategia consiste en utilizar piezas con distinta procedencia: algo comprado, algo heredado, algún hallazgo de mercadillo, una foto propia que te haga ilusión. Esa mezcla suele construir un relato más personal que un conjunto de láminas idénticas sacadas de la misma colección.
Cada conjunto decorativo realizado con cuadros recibe el nombre de “composición”. Sobre un sofá, por ejemplo, puedes optar por una sola pieza grande que actúe como foco o por una pequeña composición de dos o tres cuadros que funcionen en grupo. En la zona del comedor, un díptico puede ser ideal, aunque también podría funcionar bien un cuadro horizontal.
Si te cuesta visualizarlo, un truco muy sencillo es probar la composición con pequeños cuadrados de papel que imiten la forma y tamaño del cuadro. Pégalos en la pared y visualiza cómo quedan alejándote, así ganarás perspectiva. Después, puedes marcar las medidas en la pared antes de hacer los agujeros.
Además de su contenido, los cuadros ofrecen muchas posibilidades creativas a través del marco. El marco nos permite jugar con el color y el peso visual del conjunto, además de ayudarnos a ordenar la composición.
No hace falta que todos sean iguales, pero sí que exista cierta coherencia. Por ejemplo, repetir madera clara en varias estancias, combinar blanco y negro en diferentes tamaños, o usar un mismo tipo de relieve y diseño.
La decoración de pared no se queda solo en la elección de un bonito cuadro o una lámina con ilustraciones. Un espejo o varios pueden crear una composición ideal y muy enriquecedora visualmente. Son elementos que también nos permiten jugar con el material y forma de los marcos, además de que amplían visualmente el espacio y reflejan la luz.
Otra manera de aprovechar la superficie vertical de las paredes es a través de alguna balda o consola flotante. Este tipo de muebles son ideales para espacios pequeños que requieren fuentes de almacenaje. En una balda estrecha puedes apoyar libros, crear una minibiblioteca, exponer algún cuadro que puedas ir cambiando de vez en cuando o colocar pequeñas plantas de interior.
También puedes trabajar la pared con listones de madera o paneles acústicos decorativos. Ayudan a ordenar visualmente el plano vertical, aportan textura y, en muchos casos, mejoran el sonido del espacio. Funcionan muy bien detrás del sofá, en la pared del cabecero o en pasillos largos que piden algo más de calidez.
Además, puedes introducir textura con tapices, cestas de fibras, platos cerámicos o pequeñas piezas de artesanía. La clave está en decidir qué pared admite objetos con más volumen y cuál conviene dejar más plana, para que no todo compita por llamar la atención.