En los dormitorios, una de las piezas clave es el cabecero. Ya que, por su posición en la pared principal, lo convierten en el punto focal de la habitación y la atracción de todas las miradas. Así pues, ¿cuál es la medida perfecta para el cabecero? ¿Cuál elegir?
En su elección intervienen diferentes factores a tener en cuenta. Desde su altura y anchura, hasta su diseño, el material de que está hecho, e incluso, el tamaño del dormitorio, la altura de sus techos o la amplitud de la pared.
La altura del cabecero debe ser proporcional tanto al grosor del colchón como al tamaño de la estancia y a la altura de sus techos. En relación al colchón, un buen punto de partida es que el cabecero sobresalga entre 30 y 40 centímetros por encima, no solo del colchón, sino de las almohadas y cojines que adornan la cama.
También es importante tener en cuenta la altura del techo, puesto que una altura generosa propiciará que puedas optar a un cabecero más alto y con presencia. Mientras que en estancias pequeñas o con techos bajos, son preferibles los cabeceros más discretos y bajos, para evitar sensación de claustrofobia.
Además de su función estética ha de tener en cuenta su funcionalidad, sintiéndote cómodo con él cuando estás sentado en la cama leyendo o trabajando.
En el caso de la anchura del cabecero, los factores a tener en cuenta son básicamente los mismos que con su altura. Es decir, hay que contar con la medida de la cama, así como el tamaño de la habitación. Pero en este caso hay que considerar la anchura de la pared en la que se ubica, en lugar de su altura.
Además, a nivel estético hay otros factores, ya que puedes optar por un cabecero que cubra solo la cama o decantarte por uno que incluya también la zona de las mesillas de noche.
Sea como sea, el cabecero siempre tiene que respirar un poco más allá de la cama o de las mesillas de noche, en el caso de elegir uno que cubra ambas zonas. Con ello lo que queremos decir es que ha de ser algo más amplio que el tamaño de la cama, sobresaliendo algunos centímetros de más a ambos lados. Una medida estándar sería un 20% más de la medida de la cama. Así, por ejemplo, para una cama de 135 cm el cabecero debería medir aproximadamente unos 160 cm. E igual ocurre en los cabeceros que cubren también las mesillas. Deben sobresalir un poco más por los laterales y no terminar justo donde acaba el ancho de las mesillas de noche.
Además de estas propuestas estándares, que pueden servir de base para no equivocarse, después entran otras consideraciones estéticas. Uno puede buscar un efecto con mucho carácter y personalidad para su dormitorio, optando por un cabecero que vaya de suelo a techo, por ejemplo. O prescindir totalmente de él porque ha colgado una gran obra de arte que lo sustituye. O ha enmarcado la zona de la cama con unos listones de madera en los laterales, en la zona de las mesillas de noche.
Además, el estilo elegido puede también condicionar su tamaño. Para un estilo minimalista o nórdico son preferibles los cabeceros de poca altura y tapizados, de aspecto más ligero, sencillo y mucho más versátiles. Mientras que para estilos en los que se busca más presencia, un cabecero de madera maciza o algo más ornamentado puede ser la mejor opción.
Del mismo modo, su grosor y robustez también pueden ser clave en su elección. Si el dormitorio tiene pocos metros cuadrados, es bueno que el cabecero sea más ligero. De fibras naturales o de tonos claros, y a poder ser, no muy grueso, para que no ocupe más del necesario. Por el contrario, si te sobra espacio, su grosor o material no tiene tanta importancia.