No te preocupes, el problema tiene solución. Opciones hay muchas. Todas ellas geniales para que cada niño tenga su propio espacio y cada uno de ellos demuestre su personalidad.
La opción más sencilla y más recurrente es dividir la habitación infantil en dos partes otorgándole a cada una de ellas un color diferente del otro. Puedes conseguirlo pintando las paredes de dos colores diferentes o con papeles pintados de diferente estampado o color. No hablamos del tradicional rosa y azul, sino de los colores favoritos de cada uno de tus hijos.
De esta forma, cada uno de ellos tendrá una zona propia dentro de un mismo espacio, delimitada por su color favorito.
Otra opción sencilla es olvidarte de los deseos cromáticos de cada uno de tus hijos y optar por un tono neutro con el que pintar y decorar toda la estancia. Sin ningún tipo de diferencia visual. Al fin y al cabo son niños pequeños que todavía no tienen muy claro cuáles son sus gustos y preferencias.
Se trata de hacer una decoración más parecida a la de los adultos. Es decir, con un estilo nórdico de tonos suaves, salpicado de materiales naturales como la madera o las fibras naturales, por ejemplo. O, ¿por qué no un estilo marinero combinando el blanco con el azul marino? Tan solo deberás añadir elementos decorativos propios de su edad, et voilà, tendrás una estancia compartida que les servirá durante muchos años.
También puedes pintar toda la habitación de un color neutro que se avenga a los dos niños y añadir toque de color diferenciados a través de la ropa de cama, de accesorios como la lámpara de la mesilla de noche o incorporando muebles que, aunque simétricos, tengan diferente tono. Como cabeceros de cama de diferente color o los cajones de la cómoda, por ejemplo.
Las literas son la solución más apropiada para habitaciones compartidas que no cuentan con muchos metros cuadrados. Además, a los niños les encanta porque, gracias a su creatividad, esta puede convertirse en una perfecta zona de juego.
Para niños de diferente sexo, puedes diferenciar cada una de sus camas jugando con los textiles o con cojines de sus colores preferidos. E incorporar una decoración más distintiva para cada uno de ellos, añadiendo un escritorio personalizado para cada uno de ellos, o unas estanterías diferentes donde guardar sus diferentes juguetes.
Otra forma de diferenciar cada una de sus zonas es jugar con la posición de las camas. Lo más habitual es colocarlas una al lado de la otra. Sin embargo, en esa posición resulta mucho más complicado separar sus espacios. Pero si cambiamos su posición, la cosa cambia.
Si la habitación es lo suficientemente grande, es ideal colocar las camas enfrentadas, de manera que quedan separadas por algún mueble en la parte del cabecero. De esta forma, el propio armario es el que hará de separación, consiguiendo que cada niño tenga su privacidad.
Otra opción es colocarlas en forma de L, usando el mismo truco. Es decir, añadiendo algún elemento que ayude a separar ambos espacios. De esta forma, igual que en el caso anterior, las camas quedarán pegadas a la pared y los niños podrán contar con mucho más espacio en el centro donde jugar.
Otra forma de diferenciar sus espacios es usando sus aficiones a modo de elemento decorativo diferenciador. Es decir, si tu hijo es aficionado al baloncesto, llena su lado de la pared de pelotas de básquet o de láminas de sus jugadores preferidos. En cambio, si a tu hija le gusta la música, apuesta por incorporar sus instrumentos musicales. Simple, pero efectivo.