Para mantenerlas en buen estado durante más tiempo, ¡opta por una pintura lavable! Es cierto que son un poquito más caras que las “no-lavables”, pero la inversión valdrá la pena.
Dentro y fuera. Puedes aplicarla tanto en superficies interiores como en exteriores. De hecho, una de sus características más destacables es la impermeabilidad, por lo que no solo son resistentes al agua, sino también al efecto de la radiación solar y a los cambios de temperatura.
Cubren y sellan. La pintura plástica lavable es menos cubriente, por lo que deberás aplicar una capa más de pintura. Sin embargo, contiene una mayor carga de resinas que permiten cerrar el poro de las paredes, con lo que se consigue hacerlas más permeables a la suciedad (especialmente cuando se trata de líquidos).
Durabilidad. Al quedar selladas, las superficies quedan protegidas del polvo y la suciedad, lo que permite mantenerlas en perfecto estado -tanto a nivel de higiene como estético- durante mucho más tiempo.
No cambian de color.
Secan más rápido, por lo que si te pones a trabajar a primera hora de la mañana estará todo seco (¡y sin oleres!) antes de ir a dormir.
Menor toxicidad. Pese a ello, si eres una persona sensible y sufres problemas respiratorios, utiliza una mascarilla con filtro de partículas para ponerte a trabajar.
Prepara el material necesario: bastará con una esponja y un poquito de jabón líquido. ¡Por cierto! No utilices un trapo: puede dejar algún hijo o pelusas sin que te des cuenta.
Retira el polvo que se haya podido acumular en la pared con un plumero de plumas o con el aspirador.
Frota la mancha suavemente y sin hacer presión con la esponja humedecida en agua tibia y jabón en sentido vertical.
Déjala secar.