No son estilos decorativos diametrales. Al contrario, tienen muchas cosas en común, como la simplicidad de los elementos, la falta de ornamentación y el uso de tonos neutros. Sin embargo, hay aspectos únicos de cada uno de esos estilos que lo hacen diferentes entre sí.
Es un estilo surgido del querer romper con lo tradicional, aplicando las tendencias del momento en cuanto a materiales y formas. Surge en los años 20 del siglo pasado en Alemania, de la mano de la Escuela Bauhaus. Una tendencia que propone democratizar el diseño, marcando un antes y un después, tanto en la arquitectura, como en el arte, como en el diseño.
Es un estilo que se caracteriza por tener líneas puras, ya sean rectas o curvas, alejadas de los ornamentos. Un estilo que prioriza ante todo la funcionalidad de los elementos que intervienen en el diseño y que presta mucha atención a los nuevos materiales surgidos en esa época, como el hormigón, el acero o el vidrio. Pero sin dejar de lado el contacto con la naturaleza que proporciona la madera y esa calidez que otorga al espacio.
Le gusta tanto la funcionalidad que prioriza mucho la ergonomía en los muebles, sobre todo en los asientos. De ahí, que este estilo esté plagado de muebles de diseños de autor que deben estar sí o sí en la decoración de un hogar moderno. Unos diseños propios de la época en la que surgió este estilo, pero que siguen estando presentes y de moda todavía aún en nuestros días. De hecho, tener alguna pieza de diseño de autor en tu decoración moderna es un must de este diseño. Por la misma razón, también le gusta la artesanía. Tener algo hecho con las manos y que sea único, también es fundamental en esta tendencia.
Al estilo moderno le gustan mucho los colores neutros, por aquello de la simplicidad y la funcionalidad a la hora de combinarse con los elementos que forman parte de la decoración. Sin embargo, también quiere y usa colores puros, como el amarillo, el rojo o el azul, para dar acento y color a sus decoraciones.
Posterior al nacimiento del estilo moderno, el minimalismo surge en la década de los 60 para contrarrestar el Pop Art y a la sociedad de consumo. Es un estilo cuya máxima es el menos es más, que huye de todo aquello que no sea necesario, viviendo solo con los que se necesita y usa.
Es un estilo en el que solo están presentes los muebles y elementos decorativos imprescindibles, creando espacios casi vacíos que aportan mucha amplitud a cualquier estancia. Es por eso, que a este estilo, al igual que al moderno, le encanta la funcionalidad. Nada de extrañar si tenemos en cuenta que es un estilo que también bebe de la filosofía japonesa que ama la simplicidad y la practicidad de las cosas.
Las formas de los elementos que forman parte de este estilo son rectas y geométricas. Aquí, las curvas, presentes en el estilo moderno, desaparecen. Huye también de las ornamentaciones y todo es muy simple y sencillo.
A este estilo le encanta la luz natural y la potencia siempre que puede, con grandes ventanales y despejando la entrada de luz del exterior, para crear espacios muy luminosos y amplios.
En este sentido, al minimalismo también le gustan los colores claros y, por supuesto, los tonos neutros. Pero a diferencia del estilo moderno en el que los colores primarios pueden y deben estar presentes, en el minimalismo todo resulta mucho más zen, apostando solo por el color blanco, el negro y los grises en todas sus tonalidades.
Es un estilo que mira al conjunto. Todo debe estar equilibrado y nada debe resaltar por encima de nada. De ahí que todo su diseño sea simple, sencillo, sutil y neutro. Aquí no hay calidez. Hay armonía y visión de conjunto, pero es un diseño frío y aséptico, que no destaca en demasía. Un estilo que, a pesar de su simplicidad y practicidad, en cambio resulta sofisticado y elegante.